miércoles, 29 de agosto de 2007

Al que obra mal, se le pudre el tamal


Un banquero, un político, un empresario, un constructor, etc., roban una pasta gansa y cuando los pillan, si los pillan, los meten a la cárcel cinco años, cuando los meten, luego salen y a gozar de los beneficios. La pasta pocas veces aparece. Lo justo sería recuperar el dinero -que casi siempre es del pueblo- exhibirles como ladrones y tirarles tomates. Lo parajódico es que en la cárcel los mantiene el gobierno con ingresos que obtiene, entre otras cosas, de la recaudación de impuestos, o sea, del pueblo. Qué pasa con la pasta, por qué nunca o casi nunca se habla de dónde está. ¿Es que las leyes no se aplican o que estos detalles están por encima de la ley o que ni siquiera hay una ley que obligue a estos grandes ladrones de guante blanco a devolver la pasta que se roban? Un tipo construye un edificio que se cae, mueren personas, lo meten en la cárcel y tiempo después sale y se convierte en alcalde, años más tarde es millonario y poderoso. Una cantante es implicada en un millonario fraude inmobiliario, la policía encuentra una importante cantidad de efectivo en su poder, pero ella sigue por ahí dando conciertos, con cara de: yo no fui y pobre de mí. ¿De dónde salió ese dinerillo? Tal vez de la misma gente que va a los conciertos con pancartas de “te apoyamos” y que, además, paga entrada. Sería interesante darle el mismo seguimiento “periodístico” a la vida de alguno de los afectados por los fraudes y los robos, que el que se da a la vida de los famosos implicados en los ilícitos. Así están las cosas, abres el periódico y lees que las hipotecas han subido, en la página siguiente, el encabezado dice: El banco X es el más importante de Iberoamérica. Gracias a nuestros clientes, dice la nota al pie de foto, donde aparece el presidente del banco con una gran sonrisa.

Cucharón, discípulo de Platón, salió una noche de la cantina con Tazón, su discípulo, después de haber bebido una cantidad considerable de mezcal. Llevaba la toga manchada de salsa y desaliñada, la corona de olivo de collar y había perdido una sandalia. Mientras le ayudaba a ponerse en pie tras la primera caída, Tazón le pregunto: Maestro, ¿qué pasa al que obra mal? Al que obra mal, respondió entre arcadas, se le pudre el tamal. Cucharón se cayó de nuevo y dejó salir una hedionda pota. Tazón le ayudó a ponerse en pie y le limpió con la toga, al tiempo que le preguntó: Maestro, ¿y al que obra bien? Cucharón se incorporó y puso la corona de olivo en su cabeza, aunque mal; miró a Tazón y, como veía dos Tazones, cerró los ojos y contestó: Al que obra bien, también

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