martes, 13 de abril de 2010

Chiquito se me hace el mar para hacer un buche de agua

(imagen obtenida de: elrevolucionario.org)

Siempre he pensado que para asnar hay que ser burro. El que parece no saberlo no obstante su cercanía con Aznar, es Mariano Rajoy, líder del PP (partido de derecha español). Cada vez que tiene la oportunidad de ningunear algunos gobiernos latinoamericanos o africanos, se le llena la boca definiéndolos como: gobiernos de republicas bananeras o, como se estila en términos diplomáticos, países del tercer mundo. A pesar de la dificultad que el señor Rajoy tiene para vocalizar, el esfuerzo que hace para que su mensaje sea claro, obtiene sus frutos. Todas y cada una de las frases que el líder suele estructurar y después declarar ante cualquier medio de comunicación, son transparentes, nos permiten ver a través de ellas, no sólo su limitada inteligencia, sino, además, la grandeza de su ignorancia.
Cuantas veces no habremos estado en un bar discutiendo sobre algún tema del cual no tenemos el menor conocimiento y escupiendo tonterías como el que pide otra cerveza. Lo malo es que muchas veces, este tipo de opiniones basadas en el absoluto desconocimiento de un tema, se vuelven contra nosotros. Así pues mientras Rajoy acusa, ofende y critica, a estos gobiernos, entre otras cosas de corrupción, su partido apesta cada día más a podrido y se llena de moscas. Ex ministros, presidentes de comunidades autónomas, alcaldes, diputados, senadores y demás miembros del Partido Popular, se atiborran los bolsillos y aumentan los dígitos de sus cuentas bancarias do quiera que estén (las cuentas). Todo esto entre adulaciones de unos a otros, incluyendo a Mariano, sobre lo bien que desempeñan sus labores, sin dejar claro cuáles son éstas.
Así pues, mientras todo esto sucede con total impunidad frente a los ojos de todos los españoles y los que vivimos aquí sin ser españoles, pero que también pagamos impuestos, Marianito se mantiene en su posición de líder de un partido bananero de derechas.

domingo, 11 de abril de 2010

Entre tamborazos y clastañásicos


Llevo nueve años viviendo la Semana Santa en España y aún no logro entender el fervor con el que sevillanos, granadinos, salmantinos, madrileños, vallisoletanos, etc., la viven. Eso que vengo de una familia en donde al menos mi madre y un hermano son ultras (católicos, claro). Conozco, casi desde que tengo uso de razón, el motivo que da origen a la conmemoración; no obstante, de niño lo relacionaba más con las vacaciones que con la muerte y resurrección de Jesús. Confieso que nunca he hecho nada por averiguar algo sobre Semana Santa en España; lo poco que sé me lo han explicado amigos granadinos y salmantinos que, sin ser cofrades, la viven también con fervor. He intentado vivirla, por lo menos de forma parecida a mis amigos, pero no he podido. Apenas empiezan los tamborazos y aparecen por la esquina las enormes tallas de vírgenes y cristos, precedidas por largas filas de encapuchados al estilo kukluxklan o verdugos de inquisición, y tiemblo. Muchas de las representaciones que salen a la calle despiertan en mi memoria las imágenes de la iglesia donde solían mis padres llevarnos los domingos. La carne se me pone de gallina y vuelve el recuerdo del miedo que me helaba la sangre al pensar que cualquier mañana de aquel verano del 68 despertaría en el infierno o, por lo menos, en el purgatorio. Tengo entonces que volver a casa y pensar en no salir más hasta que todo termine. Sin embargo, ya en casa, la televisión nos bombardea con todos los clastañásicos* de la época: Ben Hur, Los diez mandamientos, Jesús de Nazareth, Rey de Reyes, Espartaco, etc… En todos los periódicos sale el pastor alemán y varios de sus secuaces adornados con el ya clásico gorro de misil, así que no hay manera de escapar. Entonces me refugio en Comala. Así desde hace nueve años.

*Clastañásico: Dícese de las películas que han soportado el paso del tiempo pero que nunca han dejado de ser un castañazo (termino no aceptado por la RAE)