sábado, 21 de abril de 2007

Con la memoria de vacaciones




Madrid en Semana Santa es una gozada, una de las ciudades más bellas del mundo para caminar: plazas, museos, jardines, paseos, edificios, bares, teatros, etc., todo a disposición de quienes tienen la fortuna de vivir Madrid en Semana Santa. La mayoría de los españoles y extranjeros residentes, prefieren las famosas procesiones andaluzas: Sevilla, Granada, Málaga, Cádiz, etc., Zamora o Salamanca en Castilla-León, Zaragoza en Aragón, o la playa. Así que durante cuatro días Madrid queda a merced de quienes la admiramos, con una ventaja adicional, muchas cosas se ponen a mitad de precio y otras, como los museos, gratis. Para mí hay dos alicientes más para gozar Madrid: visitar el museo Reina Sofía para admirar el Guernica de Picasso y las tertulias con la gente que conozco. Hace poco más de diez años, el Guernica estaba ubicado en El Casón del Buen Retiro, dentro del famoso Parque del Retiro. El sitio y la obra eran uno para otro, entre los dos invitaban a los sentidos, de quienes hacían la visita, a emocionarse. Por un pasillo iniciabas la aventura, con el sentido de las manecillas del reloj: uno a uno se podían observar los bosquejos que para la obra realizó el artista, unas fichas colocadas junto a los dibujos narraban el episodio de la guerra civil española que dio origen a la obra. El bombardeo de la aviación alemana a la población civil de la ciudad de Gernika en el País Vasco, el lunes, día de mercado, 26 de abril de 1937 a las cuatro y media de la tarde, con el consentimiento del dictador Francisco Franco; de los 7,000 habitantes, 1,654 resultaron muertos y 889 heridos. En mayo del mismo año, Picasso inicia los bosquejos para la obra. El pasillo desembocaba en un salón donde se exponía la impresionante obra. Paso a paso, por la galería, escuchaba las bombas y los gritos de la gente; odio, tristeza, incredulidad e indignación se mezclaban con admiración. Encontrar, después del corredor, la obra de frente, era como si te fotografiaran con un flash enorme, entonces todos los sentimientos se convertían en lagrimas. En el museo Reina Sofía la obra comparte sitio con otras grandes obras del arte universal, pero nunca he sentido lo que sentía cada vez que pude ver el Guernica en El Casón del Buen Retiro.
No conozco un español de más de setenta años que no tenga infinidad de recuerdos, buenos y malos, de la guerra civil; Don Placido Cerón, un viejo que cumplió en marzo noventa y cuatro años, es uno de ellos. Como muchos cierra los ojos y recuerda: “Quiero mucho a México, nos ayudó durante la guerra”, me dice cada vez que me ve. También me habla de Jorge Negrete, María Felix y Cantinflas, mientras sus ojos se nublan afirma: “Soy republicano”. Don Placido estuvo en Sevilla con la caballería republicana, tratando de detener al ejercito de Franco compuesto principalmente, en ese entonces, por tropas estacionadas en Marruecos, que cruzaron por el estrecho de Gibraltar y marcharon a Sevilla. “Eran muchos y bien comidos, con mucha munición” recuerda, después ríe y me canta el estribillo de una canción: Ahí te quedas tu Sevilla con tu golpe de tranvía / que estoy hasta las narices de comer tanta judía. Después de duras batallas, cuenta que se retiraron a Madrid y en enero de 1939 fue hecho prisionero y lo encerraron junto a muchos otros en la plaza de toros de Las Ventas. El primero de abril de 1939 Franco declaró el triunfo de los nacionales, aunque en realidad el exilio de los republicanos se inició durante el primer mes de ese año. “Ahí, por esa puerta entré y salí”, señala la puerta grande de la plaza, la que abren a los matadores que tienen una gran tarde. Mueve la cabeza como desaprobando y habla sobre lo duro de la guerra, pero aclara que la postguerra fue peor. A su padre lo cogieron prisionero poco después del fin de la guerra, como a muchos republicanos y estuvo tres años en la cárcel. Observamos por un momento en silencio la puerta grande de la plaza de las Ventas. “Ese señor Bush , no sabe nada de la guerra, una guerra no se olvida nunca, duele siempre” me dice y me invita a levantarme para seguir caminando por las vacías calles de Madrid con rumbo a Atocha. Saca de su bolsillo un encendedor con el rostro del Che y me lo da: “Para ti, un gran hombre ese Che. Un torero mexicano, Armillita, le brindo un toro al Che aquí en Las Ventas, yo estuve en la corrida, un gran hombre el Che y buen torero Armillita. Yo quiero mucho a México”. Encendimos un cigarrillo y nos perdimos por la calle de Alcalá.
¡Salud y Republica!

lunes, 16 de abril de 2007

Padre después de los cuarenta, 1

Un día mientras Amanda estaba aún embarazada, no recuerdo el mes, pero ya cerca del día del parto, leí una entrevista que le hicieron a un actor. Un par de veces mencionó la experiencia de ser padre después de los cuarenta, en ambas habló de ello en forma neutral. No me acuerdo tampoco de las palabras exactas, si recuerdo que no habló de ello ni para bien ni para mal. Izel tiene nueve meses, presumo que los mismos que tendría el vástago del actor mencionado. Ahora duerme después de un berrinche a los que, supongo, poco a poco nos vamos acostumbrando. Mi mujer y yo trabajamos, ella además de ser profesora de ingles en una academia, es representante de Los Pacos, el trío del que formo parte. ¿Yo?, pues eso, soy escritor y músico. Ambos trabajamos en casa por la mañana. Hemos tenido que repartirnos los días de la semana para poder trabajar uno y cuidar al bebé otro. Mis conciertos, al menos por ahora, han quedado vetados para Amanda. Llevamos más de seis años juntos; durante los cuatro primeros, el apetito sexual era más importante que cualquier otro tipo de apetito, el primer año, llegamos a contabilizar 763 coitos en un año, un promedio de 2,09 brincos diarios, los tres años siguientes no bajamos de 500 por año. Después, planeado y deseado, el embarazo y sus consecuencias. Razones medicas, psicológicas y otras a las que aún no les encuentro nombre, levantaron una presa en la arquitectura de nuestra vida sexual e hicieron del caudal de sexo una gotera. Parajódicamente, el embarazo es una etapa en que las mujeres poseen una belleza sólo comparable al cobalto del cielo de Oaxaca un verano a las seis de la tarde. No es falta de deseo, es falta de tiempo. Tiempo y la cabeza en otra cosa, al acecho, por ejemplo. Mi mujer tiene treinta y tres años y está buenísima, yo sigo babeando cuando la observo de espaldas y pienso en todo lo que aún nos queda por inventar. De pronto Izel llora porque aún no gatea y no alcanza el oso de peluche marrón que le regalo la tía Helen. Alguien tiene que alcanzar el oso antes de que el bebé se tense y arme un pancho, que llevaría más tiempo sofocar, que el que lleva acercarle el oso al pequeño. Cuando le das el oso, él te sonríe y te abraza y se te olvida todo, hasta el motivo por el cual la baba continua manando de tu boca. Cuando duerme por la tarde se escucha el silencio que se mezcla con el ritmo de nuestra respiración, Amanda y yo nos miramos y acariciamos, intentando no romper ese silencio a pesar de que el corazón esté a punto de salirse. De pronto Izel explota en llanto o carcajada, dependiendo el motivo de su sueño o su despertar. De cualquier forma el corazón vuelve a su sitio y las ideas se refugian en una hoja de papel que muchas veces no encuentro entre el mar de papeles que hay en mi mesa de trabajo. Entonces vuelve el deseo a ser silencio del alma. Izel suele despertar de buen humor, eso es una general en nuestra familia, aunque en ocasiones la tensión nos juegue malas pasadas, el problema viene cuando no se despierta de buen humor. Entonces no hay mimo que valga, menos aún hacer el gilipollas con tu mejor imitación de un gorila o de BB King. Lo único peor que eso, es cuando tiene todo el día de mal humor. Sin embargo hay quien nos ha amenazado con el asunto de la salida de los dientes. Sucedió una tarde que me senté a tomar un café en una terraza, algo que es un logro las tardes que cuido del bebé, porque odia estar mucho tiempo en un café. Aprovecho que se duerme mientras caminamos por la calle, cuando deja de cantar es la señal, eso si no pasa una de esas ruidosas e impertinentes motonetillas de las que está llena esta ciudad. Entonces busco un café tranquilo y me meto. Aquella tarde el clima invitaba y encontré una apacible plaza con una terraza tranquila, cosa rara en Granada. En la mesa contigua, había un tipo con una libreta sobre la mesa y la mirada perdida hacia el fondo de la plaza, jugaba con un bolígrafo entre los dedos en actitud de escribir el mejor verso de su vida. Al tiempo que lo observaba, sentí nostalgia, decidí refugiar el sentimiento en el Llano en llamas de Juan Rulfo, pero mi hijo despertó con la maniobra de sacar el libro de la bolsa. Primero me regaló una sonrisa y los primeros acordes de su ya tradicional: Pa ta ti ta, ti ta, ti ta. Cuando llegó a nuestra mesa la camarera con el café, Izel reventó en llanto, cosa rara porque a él le encantan las chicas, y las grandes, no hay mujer a la que no deleite con la mejor de sus sonrisas. Sin embargo, aquella tarde fue diferente, no se calmó ni cuando me lo eché a los brazos. Entonces sin más ni más la mujer me dijo: Eso no es nada cuando les salen los dientes si que son insoportables los pobres. Tras esbozarle un gesto parecido a una sonrisa de mártir, me rasqué con el dedo índice la cabeza y me pregunté ¿Pobres, quiénes? Tengo la esperanza de que cuando hablemos el mismo idioma, la cosa será diferente, mucho mejor. Aunque no dejo de pensar en el correo que me escribió una buena amiga con motivo del nacimiento de Izel, que en resumen decía: Los hijos son unos dictadores. Yo me considero un guerrillero intelectual, así que espero que mi actitud haga mella en su política dictatorial. Por ahora tiene acaparado no sólo el tiempo, sino además, el espacio. Duerme en nuestra cama ya que se nos hizo fácil el asunto de no tener que levantarse por la noche a darle la teta, sino conectarlo sin tener que hacer nada más. Aprendió rápido, así que al principio pensamos que nos habíamos hecho un favor, ahora no lo saca de la cama ni Dios, pero eso es otra historia. Izel acaba de despertar y al parecer no de muy buen humor, que sea lo que tenga que ser.

jueves, 12 de abril de 2007

¿Ahora que busco?

¿Ahora qué busco?, pregunto sentado frente al ordenador, mientras la rayita negra parpadea en espera… Continúa esperando, la miro idiotizado, hipnotizado, pregunto otra vez: ¿Ahora qué busco?
Hace tres meses que pensamos en tener Internet en casa, nos convencimos que sin la red estábamos aislados, así que también nos abonamos a los créditos del estado para adquirir no uno, sino dos ordenadores, además, Mac. Con el arcaico ordenador que teníamos, la conexión era impensable. De pronto nos vimos con dos ordenadores y averiguando que compañía podía dar servicio en el pueblito donde vivimos. Treinta y cinco días después de firmar el contrato estábamos conectados a Internet, con la fortuna de que el mismo fin de semana nos visitaron dos queridos amigos expertos no sólo en Mac, sino además, en como navegar por la red. Soy autor y músico, me llevó algún tiempo familiarizarme con el Garageband, programa de Mac para hacer y grabar música. Sin embargo, en dos días estaba listo para buscar cualquier cosa, bajar música, crear un blog, etc. Incluso Amanda, mi changa, que ya tenía experiencia en informática y cibernética aprendió algo. Fue tal la excitación, que el domingo por la noche después de que el bebé se durmiera nos conectamos. Mi página principal es la Jornada diario de México, así que me leí las noticias, la de Amanda es el País, supongo que hizo lo mismo, además, vi los videos de: Otratv de la Jornada . Mi changa es, entre otras cosas, representante de Los Pacos, Internet es herramienta de trabajo para ella. Estoy aprendiendo a crear un blog, aunque aún no sé bien para que sirven, monto un video clip con una actuación en vivo de Los Pacos, saco más provecho al Garageband, he bajado y subido música que da gusto, hasta tengo tres direcciones de correo electrónico. Soy perfectamente capaz de sostener dos conversaciones en el Messenger, pero cuando aparece la ventanita con www. y la rayita que parpadea, no logro contestar la pregunta.