viernes, 31 de agosto de 2007

Perro que poca madre, perro ca...


He enviado mi currículum vitae al perro que heredó los doce millones de dólares de la idiota que se los legó, porque hay que ser más idiota que excéntrica para heredarle no esa, cualquier cantidad, en la moneda que sea, a un perro. Claro, sólo que el perro sea como Scooby Doo o por lo menos como Lassie. Pero este perro, como muestran las fotos, es el típico perro que todo mundo, o casi todo mundo, alucina. Pequeñito y escandaloso, con gesto de rómpeme la cara con el costal del alimento y una mala leche… En fin, todo eso habré de aguantar si consigo el empleo de mentor del can. Si el animal tiene ocho años, le quedan unos cuatro, mismos que bien se pueden pasar viajando, para que el perro viva en primera persona la cultura culinaria del mundo. Antes de volver a casa en New York, un mes en Jamaica para enseñarle la filosofía y la práctica de la doctrina Marleyana: Let’s get together and feel alright. Seremos tan buenos amigos que no dudará un segundo en dejarme la pasta que no hayamos podido gastar cuando la palme. Creo tener un plus por el hecho de ser el Presidente de la CPIA (Can Paseider International Association) o, por sus siglas en castellano, AIPP (Asociación Internacional de Paseadores de Perros), sin embargo, también sé que si el perro no sabe leer, tal vez ni se entere. No sé si la estúpida que tuvo la ocurrencia pensó también en la manera de informar al perro de la buena nueva. ¿Quién y cómo lo va a hacer? Será el mismo que leerá mi currículo. En fin, espero que el perro tenga sentido común.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Al que obra mal, se le pudre el tamal


Un banquero, un político, un empresario, un constructor, etc., roban una pasta gansa y cuando los pillan, si los pillan, los meten a la cárcel cinco años, cuando los meten, luego salen y a gozar de los beneficios. La pasta pocas veces aparece. Lo justo sería recuperar el dinero -que casi siempre es del pueblo- exhibirles como ladrones y tirarles tomates. Lo parajódico es que en la cárcel los mantiene el gobierno con ingresos que obtiene, entre otras cosas, de la recaudación de impuestos, o sea, del pueblo. Qué pasa con la pasta, por qué nunca o casi nunca se habla de dónde está. ¿Es que las leyes no se aplican o que estos detalles están por encima de la ley o que ni siquiera hay una ley que obligue a estos grandes ladrones de guante blanco a devolver la pasta que se roban? Un tipo construye un edificio que se cae, mueren personas, lo meten en la cárcel y tiempo después sale y se convierte en alcalde, años más tarde es millonario y poderoso. Una cantante es implicada en un millonario fraude inmobiliario, la policía encuentra una importante cantidad de efectivo en su poder, pero ella sigue por ahí dando conciertos, con cara de: yo no fui y pobre de mí. ¿De dónde salió ese dinerillo? Tal vez de la misma gente que va a los conciertos con pancartas de “te apoyamos” y que, además, paga entrada. Sería interesante darle el mismo seguimiento “periodístico” a la vida de alguno de los afectados por los fraudes y los robos, que el que se da a la vida de los famosos implicados en los ilícitos. Así están las cosas, abres el periódico y lees que las hipotecas han subido, en la página siguiente, el encabezado dice: El banco X es el más importante de Iberoamérica. Gracias a nuestros clientes, dice la nota al pie de foto, donde aparece el presidente del banco con una gran sonrisa.

Cucharón, discípulo de Platón, salió una noche de la cantina con Tazón, su discípulo, después de haber bebido una cantidad considerable de mezcal. Llevaba la toga manchada de salsa y desaliñada, la corona de olivo de collar y había perdido una sandalia. Mientras le ayudaba a ponerse en pie tras la primera caída, Tazón le pregunto: Maestro, ¿qué pasa al que obra mal? Al que obra mal, respondió entre arcadas, se le pudre el tamal. Cucharón se cayó de nuevo y dejó salir una hedionda pota. Tazón le ayudó a ponerse en pie y le limpió con la toga, al tiempo que le preguntó: Maestro, ¿y al que obra bien? Cucharón se incorporó y puso la corona de olivo en su cabeza, aunque mal; miró a Tazón y, como veía dos Tazones, cerró los ojos y contestó: Al que obra bien, también

domingo, 26 de agosto de 2007

Los pollitos dicen pío pío, cuando tiene hambre, cuando tienen frío.




De pronto, cae el Euribor por un problema de no sé qué en Wall Street y sube el precio del pollo, ya muerto, porque los cereales, principal alimento del pollo en engorda, ha subido. Y si sube el pollo, sube todo lo que lleva pollo: la comida para gatos, los potitos, los nuggets de mac donalds, sus hamburguesas de pollo, todas las hamburguesas de pollo, las ensaladas de pollo, el caldo de pollo y, por supuesto, el pollo frito. Los cereales subieron porque un listillo, o un grupo de listillos, ha descubierto que se puede crear un combustible más “ecológico”. El asunto es que los principales dañados, o sea los pollos de engorda, no sólo no tienen coche, tampoco tienen nada que funcione con combustible. El vapor de la mierda del cerdo también es combustible, en cualquier momento suben el chorizo y todo lo demás: cazadoras, cinturones, zapatos, etc. Parece que por culpa del Euribor y Wall Street, en unos días será más caro mantener a un animal que a un hijo en Harvard, por muy animal que éste sea. Pronto será necesario crear una dieta rica en insectos, porque los vegetales, ecológicos y no, están también por las nubes. La cosa, ahora, es saber cuáles de los pollos que nos comemos y nos comeremos, en cualquiera de sus presentaciones, han comido cereal y si el cereal que comieron fue adquirido antes de la caída del Euribor y el problema de Wall Street o después. Sólo así sabremos si es que el precio que pagamos por el pollo es justo o es que se aprovechan de nuestra debilidad por el pollo.

miércoles, 22 de agosto de 2007

La vida está de la patada


Heráclito

Como dijo
el profundo
Filósofo:
Una cosa
es una cosa
y otra cosa
es otra cosa.
Efraín Huerta, Poemínimo

A un jugador de fútbol profesional se le puede perdonar cualquier fallo al hablar: finalmente, es un jugador de fútbol, no es que sean idiotas, hay algunos que hasta han estudiado, aunque son los menos y nunca llegan a ser grandes jugadores. Las grandes estrellas, esas que ganan millones en “salario” y otros tantos en imagen, suelen ser tipos que siempre que hablan de algo que no tenga que ver con los tópicos: jugamos bien, el rival es muy duro, etc., dejan claro que su nivel cultural dista mucho de su nivel futbolístico, al fin y al cabo sólo son jugadores de fútbol. Lo que es indignante, imperdonable, es escuchar o leer a los “especialistas” deportivos, éstos también viven de las patadas, pero las que le dan al diccionario. El ala más crítica de estos “periodistas” no ha golpeado un balón ni en un partido de solteros contra casados, eso sí, doctos en la materia, no dejan títere con cabeza, lo mismo son entrenadores, que jugadores, que presidentes de algún club, en las tertulias de los programas especializados. Entiendo que el fenómeno fútbol pueda ser objeto de estudio, lo que no me queda claro es cómo consigues convertirte en un especialista de fútbol sin haber acariciado la esférica en tu vida. Supongo que verán muchos partidos y efectuarán un profundo análisis sobre por qué los once tipos de verde no fueron capaces de horadar la meta contraria y sucumbieron ante el rival compuesto por otros once tipos de blanco. Loable tarea, porque muchos partidos son un castañazo y tiene su merito fumártelos por amor a la profesión y pasión por el análisis profundo. A pesar de todo, sigo sin entender cuál es su función, no en la vida, en el fútbol. Me queda una pregunta ¿cómo puede un tipo ganar tanto dinero por patear un balón?, con o sin facilidad de palabra, con o sin cultura, ¿cómo?

La vida está de la patada.

martes, 21 de agosto de 2007

¿On toy, quén jijos me trajo aquí? (La eterna pregunta)



Un día despiertas y resulta que eres capaz de razonar sobre tu entorno, no sé cuándo ni cómo pasa, pero pasa. Aunque siempre hay excepciones a la regla, hay quienes nunca se enteran.

Yo creo que antes de nacer sólo somos entes sin forma, como un suspiro, flotando ahí, donde flotan los suspiros, y de pronto ¡Pumba! Abres los ojos y hay muchos ojos mirándote, ojos de perros, de osos, de ballenas, de hormigas y un largo etcétera, todo depende de la familia que te haya tocado y, por supuesto, la especie a la que esa familia pertenezca. Algunos de esos ojos no los verás más después de la primera vez, sobre todo si eres humano de los llamados occidentales, sin importar la denominación del mundo en el que habites, ni el número que éste ocupe en el escalafón de mundos: 1º, 2º, 3º, etc. Normalmente, cuando llegas, al primero que ves es un desconocido o desconocida, por lo que deduzco que el famoso trauma de nacimiento tiene más que ver con la mirada del que te recibe que con otra cosa, porque, a esta mirada, le importa poco menos que un pepino lo que será de ti a partir de ese momento. La segunda mirada es la de tu madre, pero tu madre está tan madreada por el parto, que en ocasiones confundes los ojos cansados con una mirada de autocompasión; cuando esto sucede, el trauma de nacimiento se agrava. Después viene tu padre y etc. Cuando estás empezando a aceptar a mamá y a papá, ¡toma!, aparecen los hermanos, con trauma de nacimiento incluido. Si los hermanos son pequeños irás perdiendo poco a poco una serie de derechos de los cuales gozabas hasta su llegada. Si eres pequeño estarás destinado a las sobras. Hasta que un día te despiertas y dices ¡Basta ya!, al menos lo piensas, y te preguntas por qué tienes que compartir tu habitación con un tío que se tira pedos hediondos, que se mea en la cama y que, además, no puede dormir con la luz apagada. Por qué tienes que esperar en la puerta del baño a una tía que utiliza el lugar como un espacio de esparcimiento que va más allá de una caca o una ducha. Es así, y ya no cambiará hasta que la casa se vaya quedando vacía. Sólo que el día de marchar de casa está aún muy lejano, para muchos no llega, a pesar de las insinuaciones, nunca. Del tipo que se pedorrea en la habitación, sólo sabes que es tu hermano y que su mayor ilusión es ser policía. De nada sirve que le digas algo, sus absurdos seis años y el trauma de nacimiento sin superar siempre serán más fuertes que cualquier razón o palabra soez. Sin embargo, te cuestionas la actitud de tu padre que, llamando a los policías ladrones, anime al sujeto en cuestión a seguir adelante con su estúpida idea. De pronto, tu madre te dice que te pareces al tío Lucas. Lo primero que pasa por la cabeza es: ¿¿quién?? Mientras la mamá saca una fotografía amarillenta, la mira un momento y grita: igualito. Cuando miras la fotografía, te rascas la cabeza y vuelves al plato de las tortas de carne, que no puedes terminar porque no es la receta que mejor le sale a tu madre, y está frío.

Muchas noches te acuestas con preguntas nuevas sobre qué es la familia o quiénes son esos de afuera. Papá, mamá, hermano y hermana, más otra que viene. El idiota de hermano, dice que viene de París, hermana grita: ¡pero tú eres tonto! Papá y mamá se miran sin decir nada, te rascas la cabeza y haces otro intento por darle la milanesa al perro. La familia crece y ya no da para carne de primera. Una frase que se repetirá con muchos más artículos, con la llegada de pequeña, que tendrá un trauma de nacimiento más grande porque habrá más miradas desconocidas. El primero en sufrir el cambio es el perro, que era tu mejor amigo mucho antes de que llegara hermana. Su menú se reduce a tortillas o pan, con caldo de cubito y algunos huesos que el carnicero le da un par de veces a la semana. Cambia la atención y aquí el que sufre es hermano, por lo que su trauma de nacimiento durará más, mucho más. Ahora es hermana la que sufre la invasión de su espacio. A pesar de que piensas que la experiencia te ayudará, todo es nuevo: se reducen los espacios, chocan las ideas, te toca menos rosca de reyes, además, no te toca regalo. Entonces cuestionas el asunto ese de tener lo hijos que Dios te mande, cómo los manda sin su parte del pastel, te quejas para ti.

Un día te levantas y dices: me voy. Te mudas a otro barrio, no lejos de la casa a la que llamas “casa de mis padres”. Un año después, ante las constantes visitas de la familia, te mudas a un barrio más lejano, pero hermana ya tiene novio y novio tiene coche. Dos años después te mudas de ciudad, tres años más tarde vives en un pueblo y, pasados cinco años, te cambias de país. El contacto con la familia se reduce a llamadas telefónicas de no más de tres minutos con un patrón de conversación:
-Hola, ¿cómo estás?
-Bien y tú.
-Bien, qué tal por allá.
-Por acá bien y por allá.
-Por acá bien también, bueno, lloviendo, pero es tiempo.
-Ah, qué bien, ¿vas a venir a la boda de pequeña?
-No creo, lo tengo difícil.
-Ojalá puedas, le hace mucha ilusión.
-Sí, lo intentaré.
-Hermano compró coche.
-¿Ya se fue?
-No, no tiene dinero para el alquiler y yo creo que ahora con lo del coche pues menos.
-Ah, y qué dice papá.
-Ya sabes.
-Ah, bueno me tengo que ir, un beso.
-Cuídate, que Dios te bendiga.
Al colgar piensas: que te bendiga a ti, y empiezas a buscar pretextos para no ir. Muchas conversaciones después, mientras piensas en volver de visita, recibes una llamada:
-Hola, ¿cómo estás?
-Papá ha muerto.
-Hola, hola, ¿estás ahí?
-Sí, estoy aquí, salgo para allá esta noche.
Vuelves a la casa donde un día llegaste hace años, el sillón retapizado en el salón y el espantoso bodegón sobre el viejo mueble del comedor. En la que fue tu habitación, dos camas, una sin sábanas y otra sin hacer y con el colchón lleno de restos de pan. Al regresar del entierro, antes de dormir, hermano comenta: no has cambiado nada. Te rascas la cabeza y giras hacia la pared, mientras te cubres con la sábana limpia que dejó mamá sobre la cama. Al día siguiente abres los ojos, miras al techo donde tantas veces dejaste más que ideas y preguntas. Piensas si papá estará ahí, donde flotan los suspiros, en espera de una nueva mirada y un nuevo trauma de nacimiento. Al volver del pensamiento te preguntas: ¿on toy, quén jijos me trajo aquí?