martes, 3 de julio de 2007
De bate y de chaquete, la mala comedia
Es evidente el problema de dicción del señor Rajoy, casi tanto como el desequilibrio psíquico del señor Acebes o el ansia de poder del señor Zaplana, lo que seguirá siendo un enigma es que diez millones de españoles puedan votarles, que puedan depositar su confianza en ellos. Su discurso retrógrado y bananero, sin fondo político, culpando al actual gobierno de que la tierra se tire un pedo, no sólo ofende el intelecto, sino, además, pretende, con éxito en muchos casos, incentivar el sentimentalismo telenovelero, con la venia de la RAE que también tiene lo suyo, y el morbo que todos llevamos dentro. No es que el presidente Rodríguez Zapatero y sus secuaces sean la panacea, no obstante, pienso que sus promesas, que no todas se cumplen, y sus leyes, que no todas se respetan, están más adecuadas a la realidad actual, no sólo española, sino europea, aunque ni las promesas ni las leyes alcancen para todos. Me pregunto si el edificio de las cortes tiene la forma de anfiteatro por alguna razón ligada a la forma en la que se comportan los políticos en cualquier debate, se debata lo que se debata. Parece que un debate ya no es cuestión de izquierdas o derechas, de que unos quieran dialogar y otros no, que unos acepten la inmigración y otros no, que unos quieran la guerra y otros no; un debate es una mala comedia. Demagogia pura total y absoluta y todo esto para qué, para que aparezca en la televisión un ex presidente, como hielo de “güisky” pavoneándose de cómo se pasa las leyes por el arco del triunfo, supongo que como todos o casi todos los ex presidentes, sólo que éste, además, es políglota en estado sobrio, perdón, quise escribir soberbio, si bien me imagino que, ya pedo, hasta se inventa idiomas. Para qué entonces tanta demagogia, si un religioso de esos de cuello almidonado y pantalón con raya marcada, sale en el telediario rechazando una ley sobre educación y llama a la desobediencia, ¿no es parajódico un cura llamando a la desobediencia, por muy archivaldo, perdón, arzobispo, que pueda ser?
En fin, defectos y frustraciones aparte, para el próximo debate, ahora que sus señorías, todas, regresen de vacaciones, deberían poner una tribuna general para que el público pueda entrar, eso sí, pagando billete, porque el espectáculo, si no es un montaje, vale lo que pueda costar el billete, aunque también deberían buscar una fórmula para hacerlo resumido, como de una hora y media. Si esto de resumir no es menester, bien se puede vender el billete, como en los cines de antaño, por tandas de hora y media
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